Hoy me veo en la necesidad de definir dos conceptos de los cuales uno ya apareció en la introducción que hice. Son dos conceptos que a mi juicio es indispensable el aclararlos desde un primer momento, sobre todo en el plano de la fonética y de la fonología. Servirán para poder comprenderlos mejor y saber a qué se refiere cada uno de ellos las veces que salgan en este hilo, que no serán pocas. En muchas ocasiones los leemos o los escuchamos, y si nos preguntáramos en ese preciso instante cuál es el significado de cada uno de ellos y cuál sería el más adecuado de usar, seguramente no seríamos capaces de poder definirlos adecuadamente y posteriormente usarlos de una manera precisa.
Para poder discernirlos bien, haré uso del libro Curso de fonética y fonología españolas para estudiantes angloamericanos, la décima edición según dice la portada, de la cual no puedo saber su año de publicación debido a que venía con unas hojas del principio arrancadas; de los autores Antonio Quilis y Joseph A. Fernández.
El concepto del lenguaje: la lengua y el habla:
Según Antonio Quilis, el lingüista suizo Ferdinand de Saussure distinguió dentro del lenguaje dos aspectos fundamentales en él, que son la lengua y el habla.
Podríamos definir a la lengua como aquel modelo general y constante que existe entre todos los miembros de una comunidad lingüística determinada. Este modelo es supraindividual, y sirve para que dichos miembros puedan comunicarse entre sí rigiéndose por una serie de normas elegidas de manera arbitraria que aceptamos todos y cada uno de los hablantes de dicho idioma. Digámoslo de otra manera, la lengua es aquel gran armazón que nos cobija a todos los hablantes de un idioma, hecho por todos nuestros antepasados que lo hablaban, y que podemos sentir la presencia de dicho armazón allá en lo alto, pero que no podemos llegar a tocarlo de manera individual para poder escribir en él normas distintas de las que ya están.
Por la otra parte, el habla es la realización concreta de la lengua en un momento y en un lugar determinados en cada uno de los miembros de esa comunidad lingüística. Esto es, depende en gran medida del individuo, es una materialización de la lengua con el fin último de la comunicación entre los individuos. Está en cada uno de nosotros el poder moldear nuestro habla con total libertad, sin someternos a un conjunto de normas como es en el caso de la lengua. Decir «total libertad» a la hora de moldear nuestro habla es una temeridad por mi parte, ya que estamos condicionados tanto por la época a la que pertenecemos como en el lugar donde nos encontramos, por lo que tenemos cierta «libertad» dentro de unos márgenes determinados. Seguir profundizando en este tipo de cuestiones ya se aleja de las disciplinas del lenguaje y se acerca cada vez más al terreno de la filosofía de este mismo, por lo que intentaré no detenerme mucho en este tipo de cuestiones, que no nos compete.
Retomando lo que decía, tanto el plano de la lengua como el plano del habla son recíprocos entre sí, es decir, el uno sin el otro no tiene ninguna razón de existencia: sin actos concretos del habla, la lengua no existiría y, en el caso contrario, ocurre exactamente lo mismo; los actos concretos de habla no servirían para la comunicación sin esa estructura que contiene todas las reglas por las que ha de regirse el habla como es la lengua.
Por tanto, la combinación resultante entre estos dos conceptos daría lugar a la idea del lenguaje, que a la hora de la comunicación de ideas no puede prescindir de ninguno de estos dos elementos, solo pueden separarse a través del entendimiento para su posterior estudio.